Resurrección y la denuncia de la enfermedad como resultado del ecocidio en jalisco
Recibido: 17/04/2022
Aceptado: 30/06/2022
Rosario Vidal Bonifaz[1]
Resumen
La idea del que fuera el último documental dirigido y editado por Eugenio Polgovsky surgió después de realizar el cortometraje de 21 minutos Un salto a la vida (2014); impactado por la situación, decide, a la manera de Robert Flaherty en Nanuk el esquimal (1922) convivir sobre todo con una familia de la región. Así, Resurrección da cuenta de que, aparte de mostrar la destrucción y problemas de salud ocasionados por la contaminación del río Santiago, también era necesario exponer la pérdida de la memoria colectiva de las comunidades de El Salto y Juanacatlán por el supuesto progreso que sólo beneficia a los grandes consorcios. El texto propone analizar el sentido de este filme, que vincula una problemática socioecológica del agua con cierto tipo de enfermedades que han causado y siguen causando la muerte de un sector de la población jalisciense.
Palabras clave: contaminación de ríos, Greenpace, río Santiago, cine documental y memoria colectiva
Abstract
The idea behind the latest documentary film, directed and edited by Eugenio Polgovsky, came after the completion of the 21-minure short Un salto a la vida (A waterfall for Life) (2014). Shocked by the situation, he decides in the Robert Flaherty's way in Nanook of the North, 1922, to spend time with a local family. So, Resurrección accounts that, besides showing the destruction and health problems caused by the river Santiago pollution, it was also necessary to expose the collective memory loss within the El Salto and Juanacatlán communities as result of an alleged progress only benefical to big corporations. The paper proposes to analyze the meaning of the film bringing a socio-ecological link be- tween water supply and a certain kind of disease as cause of death in a segment of the Jalisco population.
Keywords: River water pollution, Greenpeace, Santiago River, Documentary cinema, collective memory.
La primera trayectoria previa de un documentalista “puro” (o casi)
A Eugenio Gregorio Polgovsky Excurra (29 de junio de 1977-Ciudad de México-11 de agosto de 2017, Londres, Inglaterra) le gustaba escuchar música clásica, el futbol y pintaba; fue actor en la telenovela El abuelo y yo (Juan Carlos Muñoz y Víctor Hugo Saldierna, 1992) al lado de Gael García y Diego Luna, y en el filme De tripas, corazón (Antonio Urrutia, 1996). En 1994 ganó el concurso de fotografía “Viviendo jun- tos”, organizado por ACCU Word Photo Contest de la UNESCO-ONU en el llamado “Año de la Tolerancia”; ello gracias a una imagen de gitanos migrantes tomada en Cracovia. Luego realiza varias exposiciones de fotografía de su trabajo hecho en Polonia, Nueva York, México y otras regiones; en 1997 es becario del Programa de Intercambio de Residencias Artísticas para elaborar un documental fotográfico sobre la asimilación de los migrantes asiáticos en Canadá y obtiene la beca para video documental del Sistema Nacional de Creadores de Arte del FONCA, convocatoria 2014. Estudia fotografía y dirección de cine en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC); esto lo llevará a hacer el trabajo de cámara de los filmes Lazos de familia (Iván Martínez, 2003), Mata- pájaros (Kyzza Terrazas, 2005), Acme & Co (Gregorio Rocha, 2006), A través de Alan Glass (Tufic Makhlouf Aki, 2006, mediometraje), Déficit (ópera prima de Gael García Bernal, 2007) y Buenas intenciones (Iván Martínez, 2009).
Durante sus estudios en el CCC, Polgovsky filma el corto de ficción Adiós, Marina (2001); en 2003 escribe el guion, realiza, participa en la fotografía y edita El color de su sombra, de 14 minutos de duración, sobre la relación entre un ciego y un fotógrafo, trabajo que recibe el premio al mejor cortometraje de ficción por parte de OCIC-SIGNIS de la 7 edición del Festival Internacional de Cine Expresión en Corto en Guanajuato en 2004. Ese mismo año recibe el Premio Nacional de la Juventud en México y realiza para su cuarto año de estudios en la escuela de cine el documental Trópico de Cáncer, filme derivado de sus recuerdos de infancia, cuando viajó con su padre y hermanos rumbo a Estados Unidos, cruzaron la carretera 57 de San Luis Potosí y vio por la ventana troncos de los que colgaban pieles de víboras secas que vendían hombres y niños. Se quedó con esa imagen de pobreza y miseria, y años más tarde regresó por aquel rumbo; al ubicar el lugar decidió plasmar los problemas de sobrevivencia de familias de cazadores de animales exóticos (venados, halcones, serpientes, tortugas), en el desierto de San Luis Potosí, los cuales venden en las carreteras. Con sus resorteras, los niños matan roedores que sirven de alimento y hacen jaulas para los animales que ellos mismos también venden. Gracias a la generosidad de la señora María Reyes, una mujer “de corazón enorme, directa y sincera, de mucha generosidad […] del municipio de Charco Cercado [logró] hospedarse con ella y su numerosa familia” durante los 11 días que duró el rodaje del filme, que se llevó nueve meses de montaje y edición. En una entrevista realizada por Sergio Raúl López comentó:
Yo trabajé mucho para dar un equilibrio a la condición humana, de lucha diaria y sobrevivencia de los niños y ancianos en estas condiciones estériles, áridas, donde el sol devora cada milímetro del terreno. E in- tenté dar un nivel de importancia equitativo a la tragedia de los seres humanos que a la triste depredación de flora y fauna, los animales están retratados igual que los seres humanos para no verlos con inferioridad; la cámara está siempre cerca, a su nivel, les ve los ojos y la expresión de tristeza. Pero también, está en los seres humanos: ver a los ancianos horas y horas bajo el seco sol, respirando el polvo que vuela arrojado por los camiones y esperando que pare algún automóvil para venderle uno de estos animales […] La experiencia de meterme a caminar en el desierto horas y horas, al lado de hombres silenciosos de machetes muy afilados fue dura y de miedo, se arriesga la vida muchas veces, no sabes dónde te estás metiendo, es el valor del momento, de la vida (López, 10 de febrero de 2006: 50).
Finalmente, el director nos muestra la condición humana de los habitantes del desierto. La película obtuvo los premios en 2004 a mejor documental en el 2 Festival Internacional de Cine de Morelia; en 2005 en el 2 Festival Internacional de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México (FICCO), el Joris Ivens del 27 Festival Internacional de Cine du Reél de París, Francia, y Ariel de la edición XLVII a mejor ópera prima documental en 2005, entre otros.
La miseria de los niños jornaleros y una campaña para desparasitar
Su carrera continúa con Los herederos (2007), que contó con el apoyo del Fondo Hubert Bals del Festival de Rotterdam, Holanda y Visions Sud Est de la agencia Suiza de Desarrollo y Cooperación, con un presupuesto aproximado de 30 000 dólares (a partir de este momento creó su empresa productora, Tecolote Films, eso para poder participar en sus filmes), la cual dirige, fotografía y edita; con abrumadora sencillez aborda el tema de la sobre explotación a la que son sometidos los niños trabajadores del campo y su lucha diaria por sobrevivir, en la que al heredar las herramientas y formas de trabajo de sus ancestros y familiares inician también un ciclo perpetuo de pobreza. La sola presencia de los niños, sus rostros desencajados, una toma de los pequeños pies infantiles, denuncian las duras condiciones en las que viven. No aparece la voz del narrador, tampoco hay entrevistas, ni diálogos. Brillante ejercicio de observación directa, su cámara se convierte en un retrato prácticamente invisible que plasma la vida cotidiana de estos pequeños jornaleros que viajan, por ejemplo, al norte del país para recoger ejote o tomates; abandonan la escuela hasta por tres meses para dedicarse a cargar leña, tallar madera para crear alebrijes, fabricar ladrillos de adobe, tejer telas, preparar la masa de las tortillas, ayudar a pastorear el ganado e inclusive cargan a sus hermanos más pequeños en la espalda, como lo hacen sus madres; son desafortunadamente herederos de las condiciones de supervivencia de sus padres, en regiones en las que ser campesino es sinónimo in- evitable de miseria total. Paradoja de paradojas: la película provocó la conmiseración pública de Margarita Zavala, entonces “primera dama”.
En Los herederos aparece también un respiro por medio de imágenes del “día de descanso”, pletóricas de juegos y las risas; pero diríase que son instantes efímeros, pequeños bálsamos a una condición espantosa. La cámara recorrió por dos años seis estados (Sinaloa, Nayarit, Puebla, Guerrero, Veracruz y Oaxaca) para plasmar un mosaico coral que nos remite a la penetrante mirada de otro gran documentalista mexicano, Eduardo Maldonado, quien en su obra maestra Jornaleros agrícolas (1977) ya mostraba a unos niños agobiados por la explotación de sus padres y la padecida por ellos mismos en extenuantes días de trabajo a la intemperie y sin ninguna otra recompensa más allá del paupérrimo salario, la mayoría de las veces sin contrato previo.
La película de Polgovsky se estrena en la 65 edición del Festival Internacional de Cine de Venecia de 2008 y compite en la sección Generation Kplus de la edición 59 del Festival Internacional de Cine de Berlín de 2009. Obtiene el Premio Coral a mejor Documental en el 30 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba (2008); en el 2009 alcanza los siguientes reconocimientos: mejor filme testimonial en la XIII edición del Festival Internacional de Documentales de Santiago de Chile; el Premio José Rovirosa de artes visuales otorgado por la Universidad Nacional Autónoma de México; el de la Federación de Escuelas de la Imagen y Sonido de América Latina (FEISAL) dentro de la 24 edición del Festival Internacional de Cine de Guadalajara; Premio Zapata y Premio Julio Pliego-TvUnam en el 3 Festival de la Memoria Documental Iberoamericano en Tepoztlán, México; el premio Amnistía Internacional de los Festivales de Cine de Liubliana, Eslovenia y Festival Internacional de Cine Independiente de Indie-Lisboa, Portugal; Premio del Festival El cine-Encuentro Latinoamericano de Cine del 13 Festival de Cine de Lima, Perú y el Ariel de la edición LI a mejor edición y largometraje documental. Gracias a Unicef se exhibió en alrededor de 160 países, ya que el organismo tomó su proyección para su Festival itinerante en pro de los derechos de los niños.
En noviembre de 2008, Polgovsky vuelve a la realización: dirige y fotografía Desparasitar al mundo, al lado de su hermana y de su pareja que hacen el sonido y producción respectivamente. Se trata de un documental sobre niños con infecciones parasitarias en países africanos (filmado en Kenya y la frontera con Uganda) y como éstos les afectan en su aprendizaje, ya que muchos parásitos no son fatales, pero viven en los niños y les quitan nutrientes; el proyecto fue impulsado por la ONG Global Leaders, que —además— en México tuvo el respaldo de Alejandro Ramírez, director de la cadena comercial Cinépolis. Fue un pedido para que a través de la película se buscaran fondos para una campaña mundial de desparasitación (Cf. Altamirano, 9 de julio de 2009: 7). La cinta es un claro antecedente de Resurrección, toda vez que muestra la manera en la que un determinado contexto social y cultural es potencial generador de enfermedades altamente destructivas.
La nueva identidad nacional
En Mitote (2010), documental que se grabó durante diez días, vemos los rituales, mitos y celebraciones generados por la participación mexicana en el Campeonato Mundial de Futbol celebrado en Sudáfrica. En este caso, la acuciosa cámara de Polgovsky capta la reacción de los espectadores frente a las mega pantallas instaladas en el Zócalo capitalino, lo que se contrapone con imágenes de la huelga de hambre del Sindi- cato Mexicano de Electricistas; vemos, además, chamanes realizando limpias y demás festejos por el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana, todo esto en torno al antiguo templo ceremonial azteca, en donde la plaza se transforma lo mismo en un campo de batalla o en un festejo nacionalista. Es la actualización en imágenes de “El laberinto de la soledad” descubierto por Octavio Paz lo que nos revela los nuevos rostros y máscaras de la identidad nacional. La cinta muestra cómo los medios de comunicación masiva que cubren el mundial de futbol (el 11 de junio de 2010 la selección mexicana jugaba el partido inaugural enfrentando a la escuadra anfitriona) no acuden a ver lo que sucede con los electricistas; en contraste, aparecen en los rostros las heridas y el dolor de nuestro país, donde nuestra novedosa identidad está marcada y tatuada por la violencia. Ahora nuestros símbolos y deidades son suplantados por el futbol; las marcas publicitarias que nos incitan al consumo son las nuevas deidades, mientras que en el pletórico Zócalo confluyen los vestigios prehispánicos, las máscaras de piedra que son testigos de los rostros humanos en donde muestra un país lo mismo caótico que alegre, enfurecido y divertido, en el que asocia el pasado con el presente y —de esta forma— nos asomamos a un desfile de contrastes, de gritos, enojos, porras, música y danzantes. Por medio de encuadres cerrados, aparecen los aficionados que visten el uniforme de la selección mexicana de futbol, enormes sombreros y caras pintadas, que se combinan con testimonios y noticias sobre el movimiento de los electricistas, peatones, pancartas, frases, que se mezclan con desplazamientos de protesta para pasar a las deidades prehispánicas, la cámara retrata nuestra memoria colectiva (el Templo Mayor es la expresión de desigualdad social y dolorosa), ya que La Plaza de la Constitución es el sitio de la radiografía simbólica del país en el que nuestros símbolos dialogan y —por medio de la cámara de Polgovsky— vemos la manera en que se comunican. Para una entrevista firmada por Sughey Baños, el director comentó:
Al inicio yo no sabía realmente que iba a ser un documental, pero empezaron a pasar muchas cosas cuando estaba ahí, el Zócalo sintetizaba el poder y la fuerza con que México estaba viviendo una conmemoración, una situación económica, una protesta, todo estaba ahí, y dije, quiero hacer un retrato de este corazón en este lugar. […] En ese momento parecía que todo iba a explotar, había tensión en todo lo que sucedía en el Zócalo (Baños, 5 de abril de 2014: 9).
Asimismo, el cineasta comentó, no sin ironía, que necesitamos alguien que cure a este pueblo, y en la Plaza de la Constitución eso hace el chamán de nuestra historia. Entre otras cosas, el filme de Polgovsky remite a una forma de identidad nacional que tiene muy poco que ver con la que quedó plasmada en la obra plástica de José María Velasco, por ejemplo, que invitaba al mexicano a verse reflejado en toda la gama de su esplendoroso paisaje.
La denuncia de la enfermedad como resultado del ecocidio en Jalisco
Resurrección (2016) surgió después de realizar el cortometraje de 21 minutos Un salto de vida (2013, Ariel a mejor cortometraje documental en 2014), que lleva a cabo por medio de la invitación de Greenpace México. Para el que fuera su último documental que dirige, fotografía, edita y hace el diseño de sonido, contó con el respaldo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad (FOPROCINE) del Instituto Mexicano de Cinematografía, su empresa Tecolote Films y el decidido apoyo, fuerza y corazón del colectivo “Un salto de vida”.
El documental inicia con un largo desplazamiento de abajo hacia arriba, lo que marca las raíces de un viejo árbol mientras una voz en off nos dice que “El Salto, ubicado en el estado de Jalisco, tiene casi 100 años de vida; forma parte de la región hidrológica Lerma-Chapala, el principal río es Santiago donde se localiza la cascada de El Salto de Juanacatlán […] hay un río milenario que nombraban con gran respeto el Chignahuapan, palabra que salió de abajo, del inframundo, del país de los muertos, del Mictlán”, mientras en pantalla aparecen las hojas verdes de ese maravilloso árbol frondoso y lleno de vida por donde se asoma el sol, es decir la luz y tal vez la esperanza.
Surgen las primeras imágenes de archivo en blanco y negro; vemos entonces una exuberante vegetación, ganado y —de pronto— aparece una niña vestida de hada y se muestra el título del documental.
Enseguida la cámara toma los pies y manos de un anciano que se encuentra cociendo papas y maíz y le dice a Madalena que “ya llegó el licenciado” (es decir, el cineasta), para que le diga cómo estaba el río, que había muchos peces, momento en que aparece el pedazo de un corto del Departamento de Turismo del Gobierno de México llamado Guadalajara (a colores), con una pintura donde hay una mujer desnuda que cobija a otra. Una voz en off, pero ahora en inglés, nos lleva a las bellas cascadas de Juanacatlán en la que los turistas solían “pasar su luna de miel”. Un nuevo corte hacia el presente hace aparecer el mismo río pletórico de espuma que, además, vuela. Por medio de una toma aérea nos percatamos de que tan sólo queda un pedazo de cascada y hay una carretera que atraviesa Juanacatlán, que en el 2020 contaba con 30 855 habitantes, mientras que en El Salto vivían 232 852 habitantes.
Los testimonios evocadores se despliegan. Algunos de los habitantes mencionan que pescaban sardinas, carpas y otras especies; se bañaban es sus límpidas aguas y que el río era el doble de grande. Había cultivos de mangos, guayabas, aguacate, se iban de día de campo; ahora tienen llagas en sus piernas. Los candidatos del Partido Revolucionario Institucional llegaban siempre en período electoral y la principal promesa era que limpiarían el río. Nuevamente vemos imágenes de archivo en blanco y negro con grandes árboles, vegetación, ganado; uno de los subtítulos indica que “El agua recién nacida invita a dejar el calor en su cristalina corriente”: un hombre camina a la orilla del agua, al lado de grandes y frondosos árboles, varios niños se meten a bañar.
En la junta vecinal una mujer dice que los viejos como Salvador López, conocido como Chavita, “comieron río, jugaron río, soñaron río”, mientras que Juan, cuyo seudónimo es Canelo, comenta que se echaba clavados por el puente de la cascada (aparece una foto antigua en blanco y negro), se divertía en los sauces, iban a pescar en la cortina, con las manos sacaban bagre, carpas enormes. Otro señala que había patos que venían desde Canadá, aves de diferentes colores, pintos, verdes, garzas; sembraban cacahuate, jícama, maíz, avena, había mucha pastura para el ganado, existía una presa; mientras, en varios momentos hay close ups del viejo Chavita: en sus ojos se refleja la tristeza, que, ya sabemos, es una forma de enfermedad.
En un nuevo corte aparecen imágenes de archivo a color con un niño a caballo, buganvilias rosas, dos piraguas en donde tres hombres se encuentran pescando; el agua es de un hermoso color azul que hace un bello contraste con las nubes. Es un gran valle que nos recuerda las pinturas de José María Velasco. Anochece con la imagen del rostro de un hombre viejo con sombrero y fumando, para pasar a un corte brusco en el presente donde hay algunos cadáveres de peces, aves y animales; el pasto y la vegetación se encuentran secos, el sonido de fondo es de autos que transitan a alta velocidad. El agua es de color verde obscuro. Hay demasiada basura, llantas, bolsas de plástico, algas. Un grupo de tres mujeres visita el lugar donde murió Rogelio Aguilar Arrellano. Hay tierra y polvo, una de ellas señala que ahora el lugar está lleno de fábricas, que ellas iban a lavar. Antes a ese lugar le decían “El barrito”; por medio de un traveling aparece sólo tierra y el transporte que vende agua embotellada. Ya no hay canoas, se hundieron; sacaban el agua para beber del pozo, ahora las pocas carpas que quedan están completamente agusanadas.
Cuando la narrativa del documental de Polgovsky llega al minuto 35, la cámara se acerca a varias fábricas que sacan sus desechos directamente a la corriente del río, que se encuentra pleno de espuma. Hay un poco de ganado, pasa el tren, y en concordancia nos muestra los tubos de desagüe que llegan al contaminado río: hay un contraste entre el ruido del tren que hace un énfasis en las fábricas y el sonido del agua enturbiada, construcciones de casas sin terminar o abandonadas. Los habitantes les llaman “Casas Auschwitz”, ya que parecen campos de concentración; son casas dormitorio, muchas empresas tienen por norma que sus empleados laboren 12 horas al día (para pasar a otro corte en blanco y negro con la vieja vía del tren rodeada de grandes árboles), en una pared aparece escrito el texto: “cuesta mas [sic] respirar este aire de muerte que el lacrimógeno”.
Hasta aquí la película ha esbozado en contrastantes imágenes. Los resultados de investigaciones científicas en torno a lo que ese ecocidio ha provocado entre la población de esa región, otrora si no paradisiaca, sí algo que —en la memoria de la gente— lo parecía. El director del laboratorio de Mutagénesis ambiental, Carlos Álvarez Moya, del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias de la Universidad de Guadalajara, considera la grave situación al exponerse al aire y las burbujas que sueltan las aguas del río, en donde encontró altas concentraciones de metales pesados y cinco tipos de pesticidas prohibidos por la agencia de protección ambiental de Estados Unidos: Un estudio reveló que ya hay mutaciones en las bacterias del lugar y la población enfrenta problemas de cáncer, las altas concentraciones químicas de esa agua las califica como de veneno puro, como la N-nitrosodimentilamina, una sustancia química que es originada por la industria; al romper el ADN produce desórdenes en el organismo, como cáncer de piel, hígado y estómago. Han estudiado cómo la gente, sobre todo los niños, están exponiéndose al contacto con estos agentes químicos, que es por lo general a través de la espuma que emerge de las aguas y por el fuerte tufo que expone a la población a un aire contaminado y que entra en contacto directo de la piel. Un peligro adicional es la mutación de todos los microorganismos que están en esa agua contaminada, ya que es evidente que al mutar van a hacerse resistentes a antibióticos, y eso puede producir aún más graves problemas de salud al hacerse cepas más peligrosas (Cf. Álvarez y Reynoso, 2015).
Volviendo a nuestro documental, ahora por medio de otro largo traveling, la vieja planta de luz abandonada al lado de otro árbol frondoso y emblemático, un hombre indica que, por la locura de obtener ganancias para unos pocos, llegó la industrialización al pueblo de El Salto, acabaron con lo más simbólico: ese río era inmenso, daba comida, cobijo, regulaba el clima, era fantástico, maravilloso (por ello, aparecen nueva- mente las imágenes de archivo de lo que se acaba de describir). En los años 70 y 80 comenzó la construcción de fábricas que dieron empleo, pero que también despojaron los servicios ambientales gratuitos que la naturaleza otorgaba. Ahora se enfatiza que los drenajes dan al río, lo que causó la lenta extinción de peces; en toda la barranca los árboles de mangos, guayaba, limas y plátanos se secaron. Mientras, en una imagen simbólica, la cámara se acerca a un hoyo negro. Por todo ello, los habitantes están enojados y molestos; es un progreso mal entendido que no compensó con el daño: hoy en día, el pueblo de El Salto es el más pobre de la Zona Metropolitana que rodea Guadalajara (en el mismo sitio por medio de imágenes de archivo vemos a una familia en un día de campo, mientras que varios niños juegan con el agua).
En otro momento, una familia muestra diapositivas, tomadas entre 1950 y 1967, de lo que se conocía como el “Niágara Mexicano”; aparece de nuevo una pareja de recién casados y, al fondo, la cascada a colores, para nuevamente pasar a la espuma que sale del río, y vuela y regresar a la cascada en blanco y negro rodeada por el valle; continuar nuevamente con la cascada en un maravilloso color verde transparente, otra en blanco y negro con una mujer de espaldas vestida de charra y finalizar con un timbre de correos mexicanos de 50 centavos con la cascada. Es decir, en todo momento Polgovsky reitera, por medio de las imágenes del pasado y el presente, lo devastador que puede llegar a ser el sistema capitalista por obtener grandes ganancias a costa inclusive de la vida humana. Y tal énfasis está lejos de ser una obsesión; es la honda preocupación del artista ante una devastación que es ya una enfermedad en sí y por sí misma. Los pobladores exponen que, debido a las sustancias químicas arrojadas desde 1976 por la empresa Ciba Geigy (que entre otros productos fabrica ¡medicamentos!), los peces se empezaron a morir: “Fue muy feo ver cómo muere la vida en un ratito”, mientras que, nuevamente, el viejo Chavita carga en sus brazos un bebé. Luego, un niño le pregunta al director si ya vio el río: ahora aparecen imágenes de éste con el agua de color rojo. A lo largo del documental, también vemos continuamente a tres mujeres caminar por la tierra, sus sombras y sus pies marcan las huellas de su nueva realidad. Irónicamente, sale un promocional del Gobierno de Jalisco de marzo de 2012 que promovió una Planta de Tratamiento de Aguas Residuales “El Ahogado” (que desafortunadamente sólo trata las descargas domésticas y no las industriales).
En el 2015 la situación de dicha área está todavía más contaminada: existen dos corrientes de lixiviados y emanaciones de gases del basurero Los Laureles (que implica la contaminación de las aguas subterráneas y, por lo tanto, del agua que abastece a la población; de acuerdo con estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, 24% de la carga de enfermedades y 23% de muertes son atribuibles a factores ambienta- les). La cámara nos muestra la basura que llega de Guadalajara, Tonalá y Tlajomulco (más de 5 500 toneladas por día), que se encuentran a un kilómetro de la población de Tololotlán, sobre el antiguo arroyo que llega al río Santiago. En esa zona se encontraba el Rancho los Laureles. Ahora la iglesia, su escuela, todo está cubierto por la basura y sus correspondientes estragos en la salud de los habitantes del lugar.
En otro momento, mientras se escuchan balazos a lo lejos, Enrique Enciso, Graciela González y su hija Sofía González que se refugian en su casa, indican que formaron el colectivo “Un salto de vida”, para denunciar que el río se encuentra contaminado por cianuro, arsénico, cadmio, mercurio, también hay gasolinas, hidrocarburos, sustancias que no pueden pronunciar, que provoca que las hormonas “se jodan”. En 2002 los habitantes de la región filmaron la película El Salto de Juanacatlán, donde el agua envenena. Algunos de sus participantes ya murieron de cáncer. En otro momento la cámara sigue a Sofía en lo que llama el “Tour del horror”, que muestra las fábricas (de acuerdo con el Informe del Grupo de Trabajo de Naciones Unidas sobre empresas y derechos humanos, el río Santiago es el más contaminado de México, recibe descargas de más de trescientas industrias del corredor industrial Ocotlán-El Salto, a su vez uno de los corredores industriales más importantes del país). Según este informe:
Una de las zonas más contaminadas del río fluye a través de los municipios de Juanacatlán y El Salto, con un total de 300 000 habitantes. Los efluentes principales se derivan de las industrias metalmecánica y metalúrgica, químico-farmacéutica, electrónica, automotriz, y de alimentos y bebidas. Un estudio realizado por el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA) encontró un total de 1 090 sustancias tóxicas, productos químicos y metales en el río, principalmente de fuentes industriales. Fue un fuerte impacto ver el río cubierto de espuma y el olor de fuertes gases que se desprende del agua que cae en la cascada, El Salto. Médicos locales citaron un aumento en la incidencia de diferentes enfermedades, incluyendo leucemia, abortos espontáneos y defectos de nacimiento congénitos, entre otros. Como señaló un representante de una de las empresas que operan a lo largo del río, el alto nivel de contaminación era también un problema para aquellas empresas que diligentemente cumplieron con las regulaciones y evitaron contribuir a la contaminación (ONU, 7 de septiembre de 2016).
La cinta de Polgovsky retoma su sentido con las referencias al hecho de que el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua encontró en el río un total de 1 090 sustancias tóxicas, productos químicos y metales, de procedencia principalmente industrial; a los habitantes les robaron el imaginario, los sueños, les han despojado la energía, los deseos, “el pueblo no supo despertar a tiempo”. Graciela menciona que los volvieron productivos con las “pinches fábricas”; la aguerrida familia González tiene un cuaderno en donde consignan todas las muertes en Juanacatlán y El Salto. Calculan que entre 2008 y 2014 se registraron 506 muertes y 1 593 personas enfermas de cáncer e insuficiencia renal; mientras, en pantalla vemos los enfermos: niños, mujeres, ancianos, y además mencionan a sus muertos, para pasar nuevamente a imágenes de archivo de varias familias que van en sus piraguas por el río, que se contraponen con los peces y aves muertos en el río espumoso.
Así, nuevamente, en Resurrección, la voz la tienen los verdaderos protagonistas de la región, quienes dan cuenta de que, aparte de la destrucción y problemas de salud ocasionados por la contaminación del río, también era necesario exponer la pérdida de la memoria colectiva de las comunidades de El Salto y Juanacatlán por el supuesto progreso que, en rigor, sólo beneficia a los grandes consorcios.
Por medio del colectivo “Un salto de vida”, surge la lucha y la esperanza de los pobladores de la región que no buscan emigrar, luchan contra las empresas que siguen contaminando el río. Otro de los momentos impactantes es el seguimiento de la niña Guadalupe a la que filma a su altura y que padece múltiples enfermedades. Continuamente son los rostros, los gestos, el caminar, las manos las que nos hablan, para sustraer y rescatar la dignidad de las personas por medio de la cámara.
El corredor industrial ubicado a través del río Santiago ha envenenado por más de cuatro décadas dicha región, destruyendo el medio ambiente y sus formas de vida, y enfermando a sus pobladores; ahí la vida se acomoda incluso en las condiciones más negativas, convirtiendo los poblados y sus hogares en lugares desolados y fúnebres; vemos pare- des sin techos, casas abandonadas y llenas de vegetación, el material de archivo nos señala el esplendor que había en la región, en su cascada, la constante es recuperar el pasado en el presente, los encuadres de Polgovsky nos marcan la vida pero en etapa terminal, en donde, sin embargo, sus habitantes siguen luchando en contra de la devastación, pasa de bellas imágenes antiguas al ojo de un esqueleto de un ave o un pez; esto con el claro propósito de señalar los contrastes de la vida y la muerte, que son acompañados por sonidos del río, el tren, la cascada o la música. En una entrevista hecha por Cristina Alemán para el Festival Ambulante, el director comentó que fue:
Un tema muy difícil, muy triste, esta devastación de un río, que fue un paraíso, que tiene ahora esta situación de enfermedad, de contaminación, de tantos años, pero bueno también estaba lleno de esta familia [los integrantes de “Un salto de vida”] que cargan ella una esperanza y una energía de vida y de conciencia muy inspiradora, nos contagiamos de esta energía […] es algo que da mucha esperanza por arriba de los 40 años de contaminación del río […] los personajes se empiezan a morir, a un año de haberse estrenado […] hay tres personajes que han fallecido, es donde ves la memoria y gracias al cine tenemos su testimonio, su arroyo de esperanza, de su voz, de su ser que entregó a la película para decir así fue mi mundo, ahora es éste, tenemos que hacer algo, respetemos a esta madre y padre río que a muchos de ellos que fueron pescadores, agricultores, les dio una bendición de alimentos, de placer, regocijo, iban a nadar al río, se alimentaban de él, todo como cambio verdad. […] En mi trabajo me gusta la microhistoria, desde lo pequeño evocar a lo grande y poder ser coherente con el retrato de esa gran realidad, pero al final es una subjetividad que el mismo medio cinematográfico con su pantalla, con su límite de lo visual te lo da, entonces es la decisión de enfocar, la decisión de los sonidos, pero creo que la experiencia del cineasta que va al rodaje y vive en carne propia y respira el olor de ese río en mi caso y hablas con la gente, te contagias de lo inmaterial, yo creo que hoy el mundo de lo visible, de lo material, lo tangible, la imaginación, eso lo aprendí de un gran maestro Ludwig Margulles, defender la imaginación, los sueños, hay muchos sueños, hay muchas historias intangibles en ese río, ese sonido de los insectos, esa condición de las plantas, esos seres vivos que también estuvieron ahí y la espuma blanca que los ha borrado, que es esa metáfora de la nada, de la historia interminable, es ese mundo perdido, hay muchos imaginarios aquí de los que hablar y defender y por eso el poema del cine es maravilloso, la capacidad de evocar lo imaginario, es parte de nuestra realidad y el arte habla de esto, en Resurrección está también lo político, está la industria, está el gobierno, están los ciudadanos […] los tóxicos, los basureros.
[…]. Mi decisión es subjetiva, que apuesta a que todos juntos podemos salvar el río […] este tesoro del agua es el principal recurso, tiene que ser un tesoro […] ayudar a salvar ese río, que deje de enfermar a la gente, porque esto llega al Océano Pacífico […] yo siento que es tan grave la situación que vamos a enfocarnos todos juntos, […] que genere algo positivo en cada persona, industria, ciudadanos, artistas, maestros, doctores, […] hay una tristeza al lado de este río, esa pérdida de la memoria, […] Resurrección en sí es una oda a la memoria, […] que sea un acto constructivo. […] El cine es una escultura en el tiempo como el maestro André Tarkovski definía su trabajo cinematográfico, como ensamblamos el tiempo […] ese tiempo es la realidad de alguien o de un paisaje, […] para mí lo importante de este cine es que nos da una idea de quienes somos, como persona y como sociedad, por otro lado a los humanos siempre nos ha encantado contar historias y escuchar historias, […] el documental de Herzog, estas marcas de los rinocerontes[2] pero en movimiento, no es ni siquiera una imagen fija, el cine empezó en la cabeza de nosotros, después lo pudimos materializar, para mí el sentido de mi vida, es un sentido que va con el de mi trabajo, que es un sentido de lo cinematográfico, poder trabajar con las imágenes en el tiempo, […] pero para la humanidad creo que el cine si es una herramienta de conciencia. […] Quiero ayudar a rescatar la memoria del “Niágara Mexicano”, que vuelva hacer un lugar de visitación, de orgullo de los pueblos.
Conclusión
La obra póstuma de Polvosky (fallecido en extrañas condiciones fuera de México), que también y a su manera y estilo evoca la de sus referentes —Tarkovsky y Herzog—, tiene el mérito de ser muy personal. La película se va encontrando a sí misma, desde el interior de las imágenes; además, por medio del montaje, el realizador logra momentos de ver- dadera intensidad, mostrando la fragilidad de la vida, pero a la vez nos habla de una comunidad pletórica de voces rebeldes, de pobladores en aparente etapa terminal, como lo está el río a punto de morir como tal. Y es también la memoria del tiempo pasado e idílico que se vuelve tal vez un espejo en el director que espera su propia Resurrección.
Cabe agregar que la película cuenta con fragmentos de los documentales El Salto de Juanacatlán. Donde el agua envenena (Juan José Esquivel, 2005), Un salto de vida (Eugenio Polgovsky, 2013) e imágenes rescatadas, restauradas y conservadas por la Filmoteca de la UNAM. El filme se estrenó en abril de 2016 en el 33 Festival Internacional de Cine del Medio Ambiente en París, Francia, donde obtuvo el premio especial del jurado. También logró el Premio Especial Ambulante en la edición 14 del Festival Internacional de Cine de Morelia de 2016.
Eugenio Polgovsky fue miembro de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas. Finalmente, en el año 2015 fue invitado a impartir cátedra sobre arte en la Universidad Trinity College de Cambridge, Inglaterra, donde falleció: al parecer dejó inconclusa una historia de un jardinero que vive en la Ciudad de México, y en proyecto quedaron asimismo dos cortometrajes.
Acaso el digno epílogo de este trabajo sea señalar que, de acuerdo con un reciente artículo periodístico, estudios de investigadores de la Universidad de Guadalajara y CIESAS Occidente han encontrado “repetidamente que niños, niñas y adolescentes en varias comunidades rurales de Jalisco tienen residuos de dos o más (¡hasta 12!) agroquímicos altamente peligrosos. Esto se refleja en diversos problemas de salud, que van desde dolores de cabeza, vómitos y náuseas, hasta problemas graves, como insuficiencia renal y, potencialmente, cáncer” (Ribeiro, 4 de enero de 2020).
El ecocidio en la región filmada por Polgovsky permanece en su forma más sistemática posible, lo que se traduce en otra de las variantes del tipo de enfermedades que son el resultado más evidente del modelo de modernización adoptado por nuestro país, desde, por lo menos, la dictadura de Porfirio Díaz, época en la que José María Velasco plasmó en el lienzo “Vista de la cascada de Juanacatlán” su única obra referida a la naturaleza del estado de Jalisco. Habría que agregar que dicha pintura se basó en una fotografía captada por otro gran artista visual, el francés Abel Briquet, y que representaba una parte de la belleza asociada con la amplísima variedad del paisaje mexicano, que sin duda fue la gran obsesión temática y estilística en el arte de Velasco.
Bibliografía
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RIBEIRO, Silvia (4 de enero de 2020). “Niños orinan agrotóxicos en Jalisco”, en La Jornada. Accesible en: https://www.jornada.com. mx/2020/01/04/opinion/014a1eco. Fecha de consulta: 6 de enero de 2021.
Filmografía
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(2010). Mitote. México: Tecolote Films.
(2013). Un salto de vida. México: Greenpeace y Tecolote Films.
(2016). Resurrección. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad (FOPROCINE) del Instituto Mexicano de Cinematografía, Tecolote Films y Piano.
Rocha, Gregorio (2006). Acme & Co. México: Archivia Films, Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad (FOPROCINE) del Instituto Mexicano de Cinematografía.
Terrazas, Kyzza (2005). Matapájaros. Estados Unidos-México: Manhatitlán.
Urrutia, Antonio (1996). De tripas, corazón. México: Alejandro Springall, Bertha Navarro.
[1] Doctora en el área de Estudios Culturales, integrante del SNI, nivel I. Actualmente es profesor docente titular “C” en el Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara. Escribe en torno a la historia del cine mexicano y latinoamericano; ha trabajado como productora ejecutiva en diversos documentales y en comités de selección y jurado de festivales de cine. Es autora de los libros Surgimiento de la industria Cinematográfica y el papel del Estado en México (1895-1940), Miguel Ángel Porrúa, 1.a reimpresión, México, 2011; Cinematográfica Marte. Historia de una empresa fílmica sui géneris. Secretaría de Cultura-Cineteca Nacional, México, 2017, y coautora de La fábrica de sueños. Estudios Churubusco (1945-2015), tres volúmenes. Ed. SEP-CONA- CULTA-Estudios Churubusco, México, 2015.
[2] Se refiere al documental La cueva de los sueños olvidados (Werner Herzog, 2010).